Libélulas:
Y mis manos se tornaron libélulas ungidas bajo el agua de un
arpa que flotaba, que flotaba humeando notas.
Me negaste, no una, sino tres veces…
Mas, yo canté en los acantilados que dibuja el vértigo.
Tres balas que coronaron el mutismo, desparramando el oro de
los diablos en tu voz.
Te fuiste para anclar tu plumaje colorido de ayer a punta de
nostalgia alimentada por mis pasos solitarios.
La calle y los peces que nos rodearon, en esas eternidades
que se viven en un segundo. No bastó para acelerar protones y prosas.
Y mis manos se tornaron libélulas batiendo sus alas en la
red de seis sentimientos, la esposa donde descansa mi peso, la que hace brotar
bosques de mi garganta.
Sólo eso me quedó de ese “nosotros” fugaz…
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